domingo, 14 de julio de 2013

TIEMPOS DE CAMBIO. CAPÍTULO 2




Y el tiempo pasó. Los fríos se fueron alejando y los días se alargaron hasta llegar al treinta y uno de marzo de triste recuerdo para muchos.. Aquella misma mañana, muy temprano, el pregonero recorrió las calles y plazas, leyendo fuerte y claro el Decreto que los Reyes querían hacer público y que se llevara a cabo en todos los rincones del país. Decía así:
"Don Fernando y Doña Isabel, por la gracia de Dios, Rey y Reina de Castilla, de León, de Aragón, de Sicilia, de Granada...
Sabed que, al ser informados de que en nuestros reinos algunos malos cristianos judaizaban, de lo que tenían mucha culpa la comunicación de los judíos con los cristianos, mandamos apartar a los judíos de todas las ciudades y villas, y darles juderías y lugares separados...
Pero como parece que los judíos siguen, por cuantas vías pueden, apartando a los cristianos de la verdadera fe y que el daño está siendo muy grande, acordamos por consejo de algunos prelados y grandes caballeros, y de otras personas de ciencia y de conciencia, mandar salir a los judíos de nuestros reinos, y que jamás tornen ni vuelvan, so pena de que si lo hacen, incurrirán en pena de muerte y confiscación de sus bienes..."
Continuaba  diciendo el Decreto, que el plazo para llevar a cabo lo antes dispuesto era de tres meses, por lo que empezaría a aplicarse a partir del treinta y uno de julio, hasta entonces, podrían convertirse al cristianismo y seguir viviendo en su tierra, o de contrario, tendrían que marcharse, debiendo vender sus bienes y transformarlos en letras de cambio, pues la salida de materiales preciosos estaba prohibida.
También se prohibía a los cristianos, que pasado el plazo, dieran cobijo, protegieran o defendieran a ningún judío, bajo la pena de perder todas sus propiedades y riquezas.
Los judíos que se habían congregado para oir la proclama del pregonero no podían creer lo que acababan de escuchar. El estupor se había apoderado de ellos y el silencio se hizo rey a una hora en el que el bullir de la gente era cotidiano.
Los primeros en reaccionar se preguntaban cómo era posible que ocurriera algo así, cuando los judíos siempre habían estado al lado de los poderosos actuando como consejeros y prestándoles el dinero que les pedían para sus arriesgadas empresas. ¿No había sido la propia Reina Isabel la que acudió a un prestamista judío para empeñar sus joyas y recibir así el dinero que financiara la guerra con los moros de Granada? ¿ y no era el pueblo judío el que pagaba desorbitantes impuestos con los que sufragar los gastos de la Corona?
- Ya no nos necesitan- decían algunos- La guerra con los moros ha terminado. Se han servido de nosotros y ahora nos echan.
- ¡Será una falsa alarma!- comentaban los más optimistas- Ya vereis como al final todo se arregla, como ha ocurrido otras veces. Los Reyes nos necesitan. Necesitan nuestro dinero.
-La culpa es de la malvada Isabel .Ahora teme que nuestra religión pueda contaminar la suya, pero antes bien que se arrimaba a nosotros...
Yosef, Fernando y Elías no se enteraron de la publicación del Decreto hasta bien entrada la mañana, cuando regresaban de las riberas del Tajo donde habían estado pescando. Ya subiendo por la Roca Tarpeya oyeron gran bullicio y agitación de gente, un ir y venir con los rostros demudados. Y ya desde ese momento sospecharon que de algo grave se trataba. Preguntando aquí y allá, cogiendo algunos retazos de las conversaciones de sus vecinos, se enteraron de la triste nueva. Fernando no supo qué decir a sus dos amigos, no podía evitar sentirse avergonzado,pero...¿qué podía hacer? ¡Él no quería separarse de sus compañeros! Yosef y Elías tampoco supieron qué hacer. Sentimientos contrapuestos se entremezclaban en sus corazones.La rabia, el dolor, la incertidumbre, el miedo. El odio a unos Reyes que tan injustamente les trataban y el cariño a los vecinos cristianos que se habían portado bien con ellos ¡Cómo podía cambiar todo en un instante!La alegría que traían unos minutos antes se esfumó por arte de magia, y tristes y desolados marcharon a sus casas respectivas.
Nada fue igual desde aquel treinta y uno de marzo. La dudas y la incertidumbre fueron la tónica general entre todo el pueblo judío. En sus dolidos corazones esperaban que en cualquier momento los Reyes anularan el Decreto, y volvieran a sacarles el dinero aumentando los impuestos, como había pasado otras veces, pero no estaban seguros de que eso fuera a pasar y la zozobra se respiraba en cada calle, en cada casa, en cada familia. Ya no iban alegres a trabajar en las huertas y granjas, ni tampoco los negocios de compra venta se hacían.
Los muchachos ya no salían a corretear por las calles, ni se les escuchaba cantar los nuevos romances. Y todavía fue peor cuando entre los miembros de una misma familia empezó a haber discusiones y rencillas. Porque los que pretendían convertirse al cristianismo para mantenerse en la tierra de sus padres, chocaban con los que se mantenían firmes en practicar el judaísmo hasta la muerte. " Solo cambiaremos por fuera, en el fondo seguiremos al lado de Yavé, como lo hemos hecho siempre. Él nos perdonará porque sabe que estamos siendo obligados". Y los otros contestaban" Lo que se hace debe estar a par con lo que se siente.Los que fingen traicionan a su Dios y a su Pueblo". Y de este modo empezaron muchas disputas entre ellos mismos. Los vecinos se miraban con recelo, los amigos de toda la vida discutían, los hermanos dejaban de hablarse y hasta en muchas casa, los padres renegaban de sus hijos cuando éstos les dijeron que pensaban convertirse. El revuelo fue grande y el pesar muy hondo.

DÍA DEL DOCENTE

Celebramos el Día Mundial del Docente en  EL BAÚL DE RITA . Pásate a verlo.